La mentira como estrategia: Cómo se construye y se impone

«Miente, miente, que algo quedará.» Esta conocida frase, atribuida a figuras históricas vinculadas con la propaganda política, describe de manera simple y coloquial el mecanismo con el que históricamente los discursos de odio se instalan y normalizan en la sociedad.

📌 ¿Qué es la propaganda política?
La propaganda política es un conjunto de estrategias comunicacionales utilizadas para influir en la opinión pública, generar adhesión a ciertas ideologías y moldear la percepción de la realidad. Ha sido una herramienta clave en regímenes autoritarios y en campañas de desinformación que buscan consolidar el poder a través de la manipulación de masas.

No basta con rechazar a un grupo o vulnerar derechos: hay que construir una justificación que legitime esa violencia, y esa justificación, en general, se basa en la construcción de la mentira como herramienta clave.

¿Por qué es más fácil creer en mentiras?

Podría ser porque ofrecen respuestas rápidas y simples a problemas complejos. Quizás también porque generan la sensación de que nos eximen de la incomodidad de cuestionarnos, de preguntarnos y de revisar por nosotres mismes qué es aquello que el otre me está diciendo, si esto es real o no.

Las mentiras en los discursos de odio están diseñadas para generar un «enemigo común» al que culpar de todo lo que está mal, de todo lo que nos pasa: la crisis económica, la inseguridad, la supuesta pérdida de valores, las conformaciones familiares.

No importa que el origen de determinadas situaciones se encuentre en causas más profundas y estructurales; el odio necesita soluciones rápidas, simples e inmediatas, aunque sean falsas.

Así, se repiten mentiras hasta que parecen verdades.

No importa cuántos datos se presenten o cuántas pruebas existan de que estas afirmaciones son falsas: la repetición de una mentira la convierte en una verdad, sobre todo para quienes buscan una narrativa simple que confirme sus prejuicios.

Lo más peligroso es que estas mentiras no se quedan en el simple discurso, sino que se traducen en políticas públicas regresivas, en leyes que eliminan derechos, en violencia legitimada desde el Estado y la sociedad.

Mentira y odio: un binomio inseparable

El discurso de odio y la mentira son inseparables, se retroalimentan mutuamente. No hay ataque contra los derechos LGBTI+, contra los feminismos o contra cualquier otro grupo en situación de vulnerabilidad que no esté sustentado en información manipulada, en el recorte de la realidad según la mirada de tal o cual persona.

Ahora bien, ¿cómo es posible que, en un mundo con tantos avances tecnológicos y acceso a información en cuestión de segundos, sigamos viendo los mismos discursos fascistas del siglo pasado, disfrazados de una falsa libertad?

¿Es porque vivimos en una era donde “nadie lee”, como se suele decir? ¿O porque estamos en una era donde la inmediatez gobierna nuestras decisiones y la saturación de información nos vuelve más vulnerables a la manipulación? Un mundo hiperconectado, pero desconectado de la reflexión crítica y del razonamiento individual.

Un mundo donde el individualismo nos convierte en una masa, una masa individual no pensante, donde los algoritmos refuerzan estas mentiras y nos impiden confrontarnos con ideas diferentes.

Quizás por eso el odio vuelve a calar. No porque sea algo nuevo, sino porque es el reciclaje de una vieja receta, espolvoreada con tecnología y condimentada con la sensación de una pseudo libertad.

Es el viejo odio, aquel odio rancio que ha encontrado nuevamente su lugar en este supuesto nuevo mundo. El mismo odio de siempre, un odio que se esconde bajo discursos que se venden como innovadores y, sin embargo, detrás de esas palabras sigue estando la misma estrategia de siempre:

Miente, miente, que algo quedará.

A pesar de todo, siempre queda un hilo de esperanza: Cuando la mentira se instala como única verdad, la verdad no desaparece, se transforma en revolución.

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Proud woman in protest rally for lgbt rights

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